II. El éxodo

Bajándose de la nave, uno de los policías lo miró de pies a cabeza, intrigado por su presencia en aquel lugar y le dijo muy cortésmente:

-Señor, deténgase por favor.

-Sí, señor, ¿algún problema? -contestó Michael, reprimiendo sus temores y aparentando mucha serenidad.

-Su tarjeta de identidad, por favor.

-Espere un momento -respondió mientras buscaba el documento en su teléfono celular, que era también una microcomputadora de almacenamiento de información y documentos, el aparato que aún seguía de moda después de más de cien años de haberse inventado. El celular servía como identificación, para pagar deudas, escuchar música, depositar o sacar dinero de las cuentas bancarias, comunicarse usando videos u hologramas en realidad virtual, entrar en la internet y muchas más aplicaciones.

-Aquí justo ya lo encontré -agregó Michael y se le mostró.

-¿Acaso viene de la frontera? -le preguntó el policía después de mirar cuidadosamente su identificación y devolvérsela.

-No, ¡que ocurrencia!, ¿cómo la cruzaría?, esos rayos láser son muy poderosos, quedaría pulverizado en el acto. Además, ¿acaso parezco "gringo"? -inquirió a continuación.

-En eso sí tiene razón, aquí ha muerto mucha gente que no tiene idea del poder de estos rayos, pero por desesperación e ignorancia cruzan la frontera y desaparecen virtualmente. Por supuesto no creo que usted haya cruzado la línea -afirmó la autoridad- si no lo sabe, hace años todos los latinos regresaron del norte a petición de nuestro gobierno y en la Federación solo quedaron puros "gringos". Después de eso el gobierno puso estos rayos láser para evitar el ingreso de los gringos que empezaron a venirse masivamente. Usted me pareció uno de ellos, pero su español es perfecto, no tiene dejo. ¿Qué hace por acá?

-Vine a recoger algunas muestras de esta tierra y se me hizo tarde. Soy geólogo y estoy buscando algunos minerales raros que parece hay por aquí.

-Qué bien, ingeniero, pero venga otra vez más temprano, puede resultar peligroso este lugar a estas horas.

-Sí, lo tendré en cuenta, oficial.

El policía luego se dio media vuelta y, dirigiéndose hacia su nave, se despidió.

-Vaya con Dios, señor -y diciendo esto subió a la nave y se retiró.

Michael sintió un tremendo alivio, por unos instantes sudó frío, pensando que lo habían descubierto, pero no, estaba a salvo.

Con este evento comprobó que la identificación falsa que le vendieron resultó magnífica, valieron la pena los Yen 300 (trescientos Yuanes) que le costó, que era la moneda China, ahora imperante en el mundo, también usado en la Federación del Norte y la ULA.

Confiado en que era otra persona, inició su camino adentrándose en el pueblo con la idea de buscar algún trabajo antes de que los Yuanes que traía se le acabaran. Además necesitaba conocer gente, hacer amigos y relacionarse a fin de integrase en su nueva vida, quizás eso no sería fácil pero era necesario.

Apenas llegó se fue a un hotel, allí se quedó para pasar la noche. Al día siguiente saldría en busca de empleo. Así fue; se pasó toda la mañana y la tarde buscando empleo de programador o técnico de computadoras, algo que él podía hacer fácilmente y de lo que había muchas ofertas de trabajo. Buscó todo el día por una posición en estas actividades, pero al caer la tarde y casi de noche, regresó apesadumbrado al hotel. Toda su búsqueda había sido en vano, nadie le ofreció puesto alguno.

El problema siempre fue que no tenía los certificados que lo acreditaran como programador, ni las cartas de recomendación que siempre pedían. Comprendió que esto iba a ser un problema difícil, sino imposible, de salvar, así que pensó que tal vez debía empezar a buscar a partir del día siguiente algún empleo manual. En estos no se requería más que la simple presencia, al menos esta podría ser una solución temporal.

Pero